CAMBROÑA (Y SU FUENTE ENCANTADA)

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Esta historia tal y como aquí se relata, puede ser escuchada hoy todavía a personas de avanzada edad, naturales y vecinos del lugar, quienes aseguran haberla recibido como lección del Maestro nacional, con la seriedad y formalidad a que obliga el deber de educador de los pueblos.







Esas y otras personas, ya al borde de la senectud, agregan, además, que en las veladas de invierno, junto al chisporreteo de los leños, oyeron narrar a sus abuelos el suceso de haber visto “a la más bella de las tres hermanas”, por la orilla de la fuente y prado de cambroña, como ocurrido en los días de su adolescencia.







Por lo que valga, quede constancia escrita de la historia en esta nueva versión, para futura referencia.











La Isla-Cambroña, junio 1963






CENSO DE LAS ABUELAS

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Todavía permanecen en pie los eucaliptos/ocalitos del paseo del ARENAL (que solo los veraneantes llamaban playa), plantados hace ochenta años por los niños de la escuela, el día de la fiesta del árbol; pero ya no quedan las higueras/figares que había en el pueblo de LA ISLA, hace más de cincuenta años:







La de la XUNGLAR, primera que se encontraba al salir de la escuela de Don Pedro, el maestro que en plena zona roja durante la guerra civil nos hacía cantar a los párvulos: “¿Quien como Dios? ¡Nadie como Dios!, San Miguel Arcángel, oye la oración/de este pobre pueblo que pide perdón”.







Por el atajo estaban las del PARNADELI y por el camino real, la de CORVERA, las tres de LA CALEYA y dos más en el CUETU. Todas eran Miguelinas, excepto las de la huerta del cura, cuyos higos, grandes y melados, aligeraban el vientre. Había otras dos higueras exóticas, de brevas verdes y piel suave, que no predecían boqueras al comerlas con la piel, pero que estaban cerradas con pared de cal y canto. La del CERRILLO de D. Pedro Isla, y la de la BARQUERA, de D. Marcelino Margolles.







También han desaparecido aquellas GÜELINAS y tías que a los rapaces nos parecían inmortales. Se ha publicado recientemente la noticia, de que la esperanza de vida de las asturianas es la más alta del mundo, con 80,3 años de promedio. En la parroquia de LA ISLA, ya se producía ese alto promedio con Emilia (la de la caleya) (Entonces, mante ¿Cualo ye más, abogau o picapleitos?, preguntó al que suscribe con el título de letrado recién estrenado). Entre EL BARREU y CORVERA vivían Claudia, Rosa (la de Agapito), con el único carro de país superviviente, el trío de hermanas solteras, María, Regina y Aurelia, y su hermana Belarmina (la de Ricardo Felgueres), Pilar (la de tía Josefa y Blanca), tan solícita en la atención del templo parroquial. Entre EL CASTRU y EL HORRÓN estaban la bisabuela Ramona-Tomás, fumadora de BILORTOS de cuarterón, envueltos en FUEYA DE PANOYA, su hija Avelina, Carlota, y Delfa, Carmen, Pilar y sus tres hermanas solteras, Higinia, Lola y Mariana, otras tres hermanas, Domitila, Aquilina, Ricarda, las hermanas María y Feliciana, la madre de la simpática Gina, “güelina” Virginia , empachada de sentido común, Dolores La Tovera, Norberta (la de Raimundín), Griselda, Pepa, tía Luciana, tía Delfina y Josefa, Genara y Ramona (la de José) en LA ARENA. Y en LA XUNGLAR, María (la de Ángel), Generosa (la de Casimiro) y Nicasia.







Al socaire de la noticia sobre la elevada esperanza de vida de las asturianas, es obligatorio dejar constancia para la posterioridad de los nombres de todas aquellas buenas mujeres longevas, que permanecen como una foto fija en los recuerdos de la infancia y de la adolescencia, con el pañuelo de tafetán negro a la cabeza, la más ancianas y todas ellas siempre enlutadas de percales y sargas, o aliviadas a lo sumo con telas grises estampadas, que al hablar decían SI MANTE con un cariño inmenso. ¿Dulces y añoradas GÜELINAS tan piadosas y DOLIDAS a quienes las BAÑISTAS DEL SABANU venidas de tierras limítrofes del interior, les cantaban en la despedida de la temporada de baños una canción olvidada.



















“VIVA PRIESCA, VIVA PRIESCA



VIVAN VALLES Y TORNÓN



QUE VIVAN LOS DE LA ISLA



QUE TIENEN BUEN CORAZÓN”















Rafael G. del Santo (1994)






GANADERÍA

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Aunque como es lógico, la ganadería ocupaba todo el año, principalmente al cabeza de familia, vamos a ocuparnos de la tarea que se realizaba en verano: LA HIERBA. Por aquel entonces las estaciones del año estaban mucho más marcadas que en la actualidad, por lo tanto los inviernos eran largos y crudos, por lo cual el ganado sólo se cebaba con hierba seca, de ahí la importancia y la preocupación que generaba el tener la tenada llena y con buena hierba.







Se comenzaba segándola a guadaña en una jornada que empezaba al alba, con las primeras luces, hasta media mañana en el que se iniciaban las tareas de CURAR la segada del día anterior. A media tarde, y una vez curada, se dejaba en el mismo prado en BALAGARES (montones piramidales), para recoger en días sucesivos y trasladarla a la tenada, donde era almacenada y pisada por los más pequeños de la familia. Cuando la tenada estaba llena, otro modo de almacenamiento eran la FACINAS (montones más grandes que los BALAGARES, que se hacían al aire libre y alrededor de un poste de unos cinco metros y que debían resistir los rigores del invierno sin que la hierba es estropease).







Cuando les quedaba algún tiempo libre, entonces lo empleaban en LLENDAR (cuidado de las vacas), contemplando durante horas como las vacas pastaban sin que se metieran en los prados de los vecinos. Esta labor también era encomendada a los niños y personas de mayor edad.







Otra fuente de ingresos eran los veraneantes, algunos, los menos, venían a su propio domicilio, otros alquilaban casas, venían a pensiones o alquilaban habitaciones con derecho a cocina, pero todos consumían sus kilos de patatas y demás productos, y compraban sus buenos litros de leche, lo que hacía que la parroquia de La Isla, a pesar de su reducida extensión geográfica, que la condicionaba para la expansión lógica de su Agricultura y ganadería, fuese envidia de sus pueblos vecinos.







Estos son, a grandes rasgos, el modo y el medio de vida de aquellos años, que a muchos le produce nostalgia y que a las nuevas generaciones les cuesta trabajo comprender e incluso creer, a pesar de que no han pasado tantos.

AGRICULTURA.-

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En primavera, preparación y arado de la tierra, para sembrar, SALLAR y RANDAR, las patatas, maíz, y “fabes”, que en aquella época se sembraban entre el maíz.

En verano, en particular la última decena de junio y el mes de julio, se dedicaba a la recogida de la hierba (de cuyos trabajos nos ocuparemos más adelante) y en el mes de agosto a sacar las patatas.

En otoño, como tareas principales, la recogida del maíz y fabes, el acopio de mullido para las vacas y la provisión de leña para el invierno.

La recogida del maíz conllevaba las famosas ESVILLAS, tarea que consistía en quitar las hojas al maíz, dejandole normalmente dos para ENRRESTRARLO (hacer ristras). Para realizar esta tarea, los agricultores se reunían en cuadrillas normalmente de tres familias, que al atardecer se juntaban todos, incluso los niños.

Era tal el arraigo que tenían las ESVILLAS que hasta el resto de las gentes que no eran agricultores se unían a alguna de las cuadrillas, para asistir y participar en las conversaciones que estas reuniones generaban y escuchar de los mayores cuentos y anécdotas, en el que eran principales protagonistas casi siempre personajes célebres de tiempos pasados, a los que los jóvenes no llegaron a conocer y que por estos comentarios aún permanecen vivos en la memoria de aquellos que ahora no son tan jóvenes.

También se realizaba en otoño la recogida de la manzana, cuya venta para los que eran dueños de la pomarada constituía una buena inyección económica. Se iba a la PIA (recogida de castañas), y aunque La Isla no tenía castañedos, algunos de sus habitantes eran propietarios de los mismos en pueblos limítrofes o si no se iba a PIAR a los terrenos comunales. Ni que decir tiene que las castañas y la leche fueron durante muchos inviernos el manjar principal y en ocasiones único, sobre todo en los años anteriores a la época en que nos estamos refiriendo.

La monotonía del invierno se veía alterada por la matanza del GOCHU o SANMARTIN, que se hacía siempre cuando la luna estaba en cuarto menguante, con preferencia el del mes de enero, donde la MONDONGUERA, mujer con experiencia, era la encargada de sazonar, adobar, y echarle la cantidad justa de sal y picante al embutido, y la persona en torno a la cual giraba la frenética actividad que los tres días de matanza generaban.

Era costumbre regalar a aquellas personas que no podían criar un GOCHU, o con la que se tenía un fuerte lazo de afectividad, un trozo de lomo, tocino, costilla, morcilla y chorizo, a esta donación se denominaba dar la PRUEBA. Era tal el arraigo e importancia que tenía el SANMARTIN, que en algunos casos se dispensaba a los niños su asistencia a la escuela, por lo que era frecuente escuchar en la misma, la frase, ¡ES QUE MATAMOS EL GOCHU!, cuando el maestro se interesaba por la no asistencia del día anterior.

Todas estas labores se realizaban a mano y en ella participaban y ayudaban todos los miembros de la familia que pudieran hacerlo. Solo al final de los años 50 se compraron las primeras máquinas de sembrar, SALLAR, RANDAR el maíz y les fabes, tiradas por vacas.

MODOS DE VIDA EN EL PUEBLO

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En la década de los años 50-60, en el pueblo de La Isla no menos de 25 familias, vivían de la agricultura y la ganadería. Siendo base de sustento el cultivo de patatas, maíz, “fabes”, la producción de leche y la cianza del “gochu” (cerdo) para el sacrificio y consumo familiar.

 
Un buen año en que la cosecha de estos productos fuese medianamente buena y se lograse sacrificar un “gochu” de 10 o 12 arrobas, se cubrían las necesidades básicas de aquellas gentes. La vida del pueblo, como es natural, variaba de acuerdo con las estaciones del año.